El
Archipiélago de Colón o provincia insular de Galápagos en un destino impensable
para los ecuatorianos que gustamos de viajar.
Los días de feriado o vacaciones siempre nos hacen soñar con ir al menos
a la playa, pero a la más cercana a nuestro lugar de origen, que en el caso de
los quiteños es la costa de la provincia de Esmeraldas (alrededor de cinco
horas de trayecto por carretera).
Sin embargo,
es una constante mirar en los medios de comunicación reportajes que exhiben la
belleza de ese conjunto de islas que parecerían estar muy lejos de nuestras
añoranzas. Se nos hace más cercano,
económico y atractivo ir a Cartagena o Panamá, que pensar en esta lejana
jurisdicción ecuatoriana ubicada a 972 km. de la costa del país y a una hora y
media de Guayaquil (en avión).
El
archipiélago que fue anexado a Ecuador en febrero de 1892 (bajo la presidencia
de Juan José Flores), y constituido como provincia en febrero de 1973. Es el resultado de actividad volcánica en el
fondo marino, del que emergieron 13 grandes islas, seis pequeñas y 107 rocas e
islotes. De todo su territorio, apenas
el tres por ciento está habitado y el 97 % restante forma parte de una reserva
natural protegida.
Su variedad
única en el mundo de flora y fauna le valió el reconocimiento de la Unesco como
Patrimonio Natural de la Humanidad (1979), lo que sin duda atrae la mirada de
habitantes de distintas partes del mundo, que son en su mayoría quienes la
visitan permanentemente.
Con todos
estos antecedentes, una simple ecuatoriana clase media como me reconozco,
decidió darse la oportunidad de constatar in
situ todo lo que había visto o escuchado de las Galápagos y no solo por los
medios de difusión masiva, sino directamente a través de las narraciones de una
de sus amigas y excompañera de trabajo, quien es originaria de este paradisíaco
lugar.
La
planificación de un viaje a las “Islas Encantadas” empieza varios meses
antes. Buscando ofertas de paquetes
turísticas en distintas agencias de viaje, cotizando pasajes, viendo itinerarios,
buscando sitios de interés por conocer y sobre todo, buscando el presupuesto
necesario para cumplir con el cometido.
La idea
rondó mi cabeza por un lapso mayor a un año, tiempo en el que me puse como
objetivo concretarlo aprovechando un motivo especial, que en mi caso fue el aniversario
número 25 de matrimonio o “Bodas de Plata”.
Por esta razón la gira, por así decirlo, tendría que ser para dos
personas.
Esa
antelación facilitó una planificación holgada del presupuesto, que a la hora
final excedió la expectativa creada; pero ya con las maletas listas en la
mente, no habría poder en el mundo que me haga retroceder.
En fin,
meses antes empecé a visitar páginas web o de redes sociales de agencias de
viaje que ofrecían tours, me comuniqué con varias de ellas para que me envíen
sus propuestas conforme a la idea que tenía en cuanto a tiempo de estancia e
islas que me interesaban conocer (o al menos aquellas que estaban dentro de mi
cálculo económico). Finalmente me decidí
por una que me vendía un paquete para visitar Santa Cruz e Isabela, durante
cinco días y cuatro noches en un “land tours” (recorrido en tierra), en el que
estaba previsto conocer varios sitios y cumplir actividades diversas.
Cabe aclarar que es posible visitar Galápagos en cruceros que gran parte del tiempo pasan navegando y al “fondearse” (atracar) en un puerto, desembarcan a sus pasajeros para que efectúen “land tours”. Estos son llamados tours navegables.
Cabe aclarar que es posible visitar Galápagos en cruceros que gran parte del tiempo pasan navegando y al “fondearse” (atracar) en un puerto, desembarcan a sus pasajeros para que efectúen “land tours”. Estos son llamados tours navegables.
Como dato
adicional, personalmente consideré la opción de contratar independientemente el
tour, de los pasajes de avión. Las
aerolíneas TAME, Aerogal y LAN ofrecen viajes a Galápagos tanto desde Quito
como Guayaquil. Para quien pueda abordar
desde esta última ciudad, el costo del pasaje será menor.
Los
paquetes de viaje generalmente son bajo el sistema todo incluido (excepto tasas
establecidas para este archipiélago), y este lo era. Una vez concretado el
tour, y cerca de dos meses antes de la fecha prevista de salida, adquirí
prácticamente los últimos sitios en uno de los vuelos matutinos que parten
desde el aeropuerto internacional de Quito.
Desde allí hasta el día de la travesía, todo fue espera, hasta que llegó
la fecha señalada.
El
desplazamiento hacia el aeropuerto Mariscal Sucre en Tababela es largo y algo
presionado por el temor a que intenso tránsito vehicular impida una llegada a
tiempo. Afortunadamente todo se cumplió
con normalidad.
Ya en la
terminal aérea, el primer paso es acudir a la ventanilla del SICGAL (Sistema
de Inspección y Cuarentena de Galápagos)
donde se adquiere la Tarjeta de Control de Tránsito (una especie de visa para
entrar a esta provincia), a un costo de diez dólares (para viajeros
nacionales). Posteriormente todo el
equipaje pasa por una revisión para prevenir que desde el continente se
introduzca plagas, enfermedades o especies invasivas o introducidas que afecten
la biodiversidad de las especies nativas y endémicas locales. Una vez efectuado el mismo colocan un sello
de seguridad en cada maleta.
Los siguientes pasos
son los rutinarios para un viaje aéreo: ir a la ventanilla de la aerolínea,
verificar su pasaje, entregar las maletas, pasar a la sala de preembarque y
finalmente abordar el vuelo.
Los aviones
comerciales con ruta a Galápagos siempre hacen escala en Guayaquil. Suben y bajan pasajeros, se aprovisionan de
combustible y emprenden marcha al destino final.
Una vez en las
islas, nuestro vuelo aterrizó en el aeropuerto de Baltra (hay otros que pueden
llegar a la isla San Cristóbal). Luego
del desembarque es necesario hacer filas distintas según el origen de los
viajeros: residentes, nacionales y/o extranjeros. Allí funcionarios revisan la Tarjeta de
Control, se quedan con una parte de ella y piden conservarla en buenas
condiciones hasta la salida de la provincia y recaudan una tasa de seis dólares
por concepto de ingreso al Parque Nacional Galápagos (es decir toda el área
protegida). De allí la rutinaria acción
de esperar el equipaje y salir con este, pero antes de hacerlo, funcionarios
cortan y retiran los sellos de seguridad que fueron colocados en Quito.
Lo que sigue será
motivo de una nueva entrega.
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