A 4 290 metros
sobre el nivel del mar está ubicada la elevación más alta del nudo de Mojanda,
el Fuya Fuya, el cráter de un volcán extinto hace más de 165 mil años.
Para llegar a su
cumbre es necesario emprender una caminata de mediana dificultad desde Caricocha,
que se encuentra a los pies de esta elevación y a la que se puede acceder en
vehículo, por un camino empedrado que sale desde Otavalo (Imbabura) y recorre
alrededor de 17 kilómetros.
Caricocha (laguna
macho) forma parte del complejo lacustre de Mojanda, integrado además por
Warmicocha (laguna hembra) y Yanacocha (laguna negra). Dentro de la cosmovisión indígena local estas
aguas dan fecundidad al valle de Otavalo y son consideradas sagradas.
Mojanda es un área
protegida de alrededor de 25 mil hectáreas, situada entre las provincias de
Pichincha e Imbabura, por lo que además existe otro acceso por Malchinguí
(cantón Pedro Moncayo-Pichincha).
Antes de emprender
el ascenso es importante dotarse de ropa abrigada e impermeable, zapatos
adecuados, líquido para hidratarse y un refrigerio. Muchos amantes
del montañismo optan por esta ruta como preparación para escalar posteriormente
en nevados de mayor altitud, por lo que existen senderos trazados por donde
circular a través del páramo.
La caminata se
lleva a cabo en medio de un empinado pajonal que se supera luego de algo más de
una hora, en que el frío colorea las mejillas del viajero, la altura vuelve más
difícil su respiración y la neblina lo envuelve por momentáneamente.
Los huecos en el
suelo, entre la paja, ponen la nota curiosa pues evidencian la presencia de
conejos de páramo y si el visitante camina con cautela, posiblemente escuchará
la asustada huida de uno de estos ejemplares que difícilmente se dejan ver
gracias a su rapidez.
El tramo termina
cuando aparece frente, una pared rocosa de gran altitud que obliga al caminante
a treparla lentamente. Para ello es necesario sujetarse de las
piedras más firmes y salidas. Esta es una pequeña barrera que no
tarda más de 15 minutos en superarse, para lo que se requiere dominar el
vértigo más que fortaleza física.
Una vez arriba el
sendero continúa muy angosto, con precipicios de lado y lado, rodeado
completamente de nubes que dan la idea de que el paseante camina sobre estas y
escasas plantas propias de esta altitud.
Unos metros más
adelante está la meta: el pico más alto del Fuya Fuya. Allí hay un
espacio semiplano para descansar del recorrido y tomar un refrigerio. Desde
allí es posible observar los alrededores, respirar aire puro e incluso cerrar
los ojos e imaginar que se puede tocar el cielo con las manos.
Si el día está
despejado, esta ubicación facilita mirar las ciudades, poblaciones y nevados
circundantes o simplemente al brillo que producen los rayos de sol al caer
sobre el agua de Caricocha. En caso de tratarse de un día nublado,
con un poco de paciencia y suerte, se puede esperar los breves segundos en que
las nubes se retiran del cielo, para presenciar tan maravilloso espectáculo.
Emprender
el retorno no es difícil luego de nutrirse de la energía positiva que brinda la
satisfacción de haber cumplido un reto y sobre todo, estar en contacto directo
con la madre naturaleza.
El
descenso puede efectuarse por el mismo trayecto o bien por un camino alterno
ligeramente menos empinado, pero más extenso. Por cualquiera de las
dos rutas, la geografía es similar y el viajero deberá tomar las precauciones
necesarias para no resbalar en la tierra negra, propia del páramo, o en los
pajonales.
Al
llegar al filo de la laguna, una pequeña covacha espera a los aventureros con
el delicioso olor de la fritada que se coce en una paila de bronce, el vapor de
los choclos recién cosechados cocinándose en leña y el café que hierve a llama
lenta. El aroma de estos alimentos tientan hasta a quienes no están
acostumbrados a identificarlos, como los turistas extranjeros, que curiosos se
acercan a descifrar de dónde provienen.
Las
lagunas de Mojanda además prestan las facilidades para acampar, pescar alguna
de las truchas que viven en su interior, o simplemente pasar un día al aire
libre.
Durante
el regreso al sitio de partida es posible disfrutar de la vegetación que rodea
el camino, como mora y mortiño de monte, chochos, romerillo, puma maqui, etc. y
del vuelo de los colibríes, mirlos, quindes, etc.
Lastimosamente,
tanto el camino como la reserva en sí, no cuenta con cuidado y/o vigilancia de
las autoridades locales o nacionales, por lo que los visitantes acuden ahí bajo
su propia responsabilidad y conciencia tanto social como ambiental.