Muy
cerca de la capital ecuatoriana (a 45 km.) está ubicada la Reserva Ecológica
Antisana que se extiende en un área de 120 000 hectáreas. Esta área
protegida por su riqueza natural, toma su nombre del volcán Antisana, una
elevación activa de 5 758 metros de altura. Al sitio se puede llegar
desde la provincia del Napo (a donde pertenece físicamente la reserva) o desde
Quito, tomando la ruta que lleva a la población de Píntag (oriente de la
ciudad).
Llegar a este
volcán es sin duda una tarea para montañistas especializados; sin embargo, los
citados que aman la naturaleza, tienen una opción más amigable para admirar su
grandeza y disfrutar de su entorno: ir a la laguna La Mica.
Ubicada en los
páramos del Antisana (al sur occidente de este nevado) está la laguna de
La Mica, en los 3 900 msnm. Con un paisaje místico donde es fácil
observar varias especies de flora y fauna andina, y si el visitante tiene
suerte podría incluso divisar el majestuoso cóndor que tiene uno de sus últimos
refugios en el lugar.
Desde Píntag,
el turista admira la riqueza de la vida en el campo: sus amplios pastizales, el
numeroso ganado alimentándose apaciblemente. Se puede admirar tres
pequeñas lagunas enclavadas en una gran masa de roca volcánica y cuyo manejo
está en manos privadas: Secas, Tipo-Pugro y Muertepungo.
Al acercarse
al destino final, y luego de un trayecto de al menos dos horas por un camino
aceptable para un vehículo familiar, llegamos a La Mica. Esta laguna, al
igual que la Reserva Antisana, está bajo la administración del Ministerio del
Ambiente quien ha establecido normativas claras para los visitantes a fin de
evitar daños a la naturaleza o intervenciones que la afecten, como: no se puede
ingresar con mascotas, no es posible acampar, prender fuego o ingresar con un
vehículo hasta el área de la laguna.
Por su altitud
y geografía, para pasear en este páramo es indispensable ropa abrigada y poncho
de aguas, y recomendable el uso de botas de caucho.
Los vehículos
esperan en el parqueadero. Los visitantes ingresan a pie bien sea para
conocer la laguna y recorrer sus alrededores, o también para pescar ya que en
sus aguas hay truchas, cuya captura controlada permiten las autoridades debido
a que no son especies nativas.
Al recorrer
por los caminos se puede apreciar varias especies de aves andinas como el
curiquingue, y en la laguna patos y gallaretas. No es de sorprenderse
que, en los días de menor afluencia de visitantes, uno se encuentre en con un
venado que al verse descubierto, emprenda una rápida huida.
El agua de la
laguna es cristalina, muy fría y lo más importante para los quiteños, es la
proveedora del líquido vital para el sur de Quito pues forma parte del proyecto
La Mica-Quito Sur que puso en marcha el Municipio de Quito entre 1999 y 2000 y
que dota de agua a al menos 160 barrios.
En fin,
visitar La Mica es una experiencia enriquecedora que todo quiteño debería
adquirir.
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