domingo, 12 de mayo de 2013

Del ruido de la ciudad a la tranquilidad de un poblado subtropical, sin salir del Distrito Metropolitano

A un poco más de dos horas de Quito, por el noroccidente, está la parroquia de Pacto.  Pertenece al Distrito Metropolitano de la capital y es un poblado agrícola y ganadero apacible, de clima subtropical y que ofrece muchos atractivos para la distracción el descanso de los citadinos.

Para llegar a Pacto se toma la carretera Calacalí-Nanegalito.  Una vez en Nanegalito es necesario ir hacia la derecha por la misma ruta que lleva hacia el Museo de Sitio de Tulipe.  En realidad Tulipe y Pacto tienen una relación muy estrecha que se develará más adelante.

La alcaldía quiteña adecuó el Museo de Tulipe en el sitio donde, según las investigaciones arqueológicas, se asentó un centro ceremonial del pueblo Yumbo (quienes habitaron el sector hace aproximadamente 1 200 años).  Los yumbos plasmaron en obras monumentales sus conocimientos de astronomía, geometría, arquitectura, etc.  En su interior se puede conocer detalles de la cultura de este pueblo y observar la réplica de un petroglifo cuya versión original está en Pacto.

A unos minutos del museo está la población de Gualea.  Sus habitantes ofrecen a orillas de la carretera caña de azúcar, vinos, aguardiente y sobre todo panela.

Finalmente se llega al último destino, donde termina el camino: Pacto.  Con algo más de seis mil habitantes, esta parroquia tiene un paisaje que conjuga la vegetación de costa y sierra, la que influye en su producción.  Ahí podemos encontrar variedad de frutas tropicales, e incluso muchas poco conocidas en las grandes ciudades; así como palmito, café, guabas, maíz, plátano, yuca y principalmente la caña de azúcar que facilita la producción de sus derivados.

El pueblo en sí tiene pocas manzanas con viviendas que conjugan las casas bajas de sus primeros pobladores con casas modernas de varios pisos.  El parque central está encabezado por la iglesia y a su costado izquierdo la terminal de las cooperativas de transporte.  Todo está en calma, parecería incluso que nadie vive ahí, y es que la mayoría dedica su tiempo a sus tierras y ganado.  Claro que la vitalidad renace los domingos de feria, cuando vienen los campesinos desde los alrededores para vender sus cosechas y al mismo tiempo aprovisionarse de todo lo necesario para los días subsiguientes.

A simple vista el visitante podría desencantarse de este lugar pequeño, que no ha logrado aun desarrollarse turísticamente, pero basta con dialogar con cualquier pactense para saber que hay muchos lugares que valen la pena visitar.

Carla Freire, de apenas 19 años, nació y creció en Pacto.  Sus padres heredaron de sus abuelos una finca donde crían ganado vacuno y algunos caballos que les sirven como medio de transporte.  Ellos se dedican al cultivo de palmito y principalmente café, que luego de cosecharlo y secarlo, lo venden a una cadena de cafeterías quiteñas.  Ella cuenta que su pueblo natal está rodeado de afluentes y que cada uno de ellos tiene sendas caídas de agua dulce que se pueden aprovechar para tomar un baño.  Sitios como la cascada El Gallo de la Peña, los bados de las Piedras Yumbas, bados del río Chirapi, cascadas de la Chorrera, del Progreso, de Buenos Aires, las Mariposas, las del río Mashpi, la del Saguangal y las límpidas aguas del río Pachijal ofrecen muchas opciones de acuerdo a las posibilidades físicas y de aventura del turista, asegura esta joven mujer.

Por su recomendación nos dirigimos al a cascada de Gallo de la Peña, considerada como la de más fácil acceso, pues se llega luego de unos 15 minutos de caminata.  El río ofrece aguas cristalinas en las que nadan apacibles pequeños peces que solo se revolotean cuando entra un bañista.  Si el intruso se queda de pie un momento, puede sentir pequeños picotones provocados por estos seres acuáticos.  Todo esto en medio de una vegetación espesa, dominada por grandes hojas de plantas subtropicales.

Alrededor de un kilómetro aguas arriba, no solo se puede disfrutar el agua y la naturaleza, sino apreciar en vivo los petroglifos de los Yumbos.  Esta era un tipo de escritura realizada en piedras, basada en la utilización de círculos concéntricos, espirales y diseños antropomorfos, cuya réplica se exhibe en el museo de Tulipe.

Grandes rocas dan cuenta de los conocimientos que tenía este pueblo y cómo los proyectaba a través hace más de un siglo atrás.  Sin duda el espectador se sentirá invadido por una especie de admiración y respeto por nuestros antepasados.

Pero Pacto no es solo naturaleza sino también el esfuerzo de su gente.  Otra opción para visitar son las fincas agroturísticas, donde se puede conocer todo el proceso de la caña de azúcar, hasta convertirse en panela.  La Asociación Cumbres de Ingapi que reúne a 17 miembros, permite al visitante participar de la cosecha de la caña, extraer su jugo, filtración, cocción, moldeo de la panela o su transformación en polvo y finalmente el empacado.  Esta agrupación cuenta con un certificado de agricultura biológica, debido a las excelentes condiciones sanitarias en la siembra y cosecha de la caña y elaboración de la panela, según nos cuenta Alexis Oviedo, un adolescente hijo de uno de los miembros del gremio y quien nos sirve de guía para esta visita.

Alexis, a más de estudiar en el colegio, participa en las actividades de la finca de su padre donde a primera hora de la mañana inicia el proceso de elaboración de la panela.  Está muy entusiasmado porque a través de la Asociación, han abierto nuevos mercados.  Ahora distribuyen entre 60 y 80 quintales semanales a una comercializadora en Quito.

En busca de un sitio para descansar, el joven nos refiere que la población no cuenta con una buena infraestructura hotelera, pero existen al menos dos opciones entre las que podemos escoger: un hotel que brinda todas las facilidades (incluso televisión por cable) y unas cabañas de estilo rústico, ambas ubicadas muy cerca del parque central. 

Nos inclinamos por Cabañas Majagua compuesta pequeñas villas levantadas con materiales propios de la región.  Sus techos están cubiertos con hoja de plátano y desde sus ventanas se puede observar gran cantidad de vegetación endémica, entre las que sobresalen las plantas de la familia de las bromelias y orquídeas.

Doña Vitelia Alarcón es la propietaria de este lugar y nos atiende muy afable.  A más del hospedaje ofrece comida tradicional en su restaurante, basada en productos de la región como la yuca, el verde y palmito.  Con ellos se acompañan variados platillos como el caldo de gallina criolla, majado de maqueño, tortillas de yuca, etc.

Vitelia es una de las pioneras en el turismo de Pacto y además probablemente la artesana más destacada, pues elabora los más diversos objetos con calabaza, caña guadúa y coco.  La calabaza sirve de materia prima para confeccionar los “puros” que antiguamente eran utilizados para almacenar  agua, madurar la chicha, guardar granos, etc.  Con la caña guadua, planta típica del lugar, se elaboran cofres, ceniceros, reposteros.  Mientras que la cáscara de coco sirve para hacer pequeñas carteras, binchas para el cabello, aretes, anillos, entre otros.

Esta artesana está al tanto de las virtudes turísticas de su pueblo y da los primeros pasos, junto a un grupo de familias pactenses, en el turismo comunitario.  Cree que el potencial de esta zona y su cercanía con Quito, podría reactivar la economía, basada al momento en la agricultura y ganadería.

En Pacto se puede encontrar además variedad de especies de fauna como colibríes, loros, pájaros carpinteros, tucanes, gallinazos de cuello negro, patos silvestres, pavas de monte, golondrinas, garzas, etc.; en el río hay nutrias, peces de todos los tamaños y sobresalen las nutrias.  Su flora es abundante  y variada.

Para llegar, no es indispensable tener un vehículo propio, pues hay cuatro cooperativas de transporte interparroquial que llegan hasta allá: Otavalo, Flor del Valle, Minas o Santo Domingo.  Todas parten desde la terminal interparroquial ubicada junto a la estación del Metrobús de la Ofelia (Quito).

Los costos de estadía y alimentación son bajos en comparación a cualquier otro centro turístico, la distancia y el tiempo para llegar relativamente corto, lo que hace más atractivo este sitio para salir del ritmo de vida de la ciudad.

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