A un costado de la ciudad de Puerto
Ayora, capital de la isla Santa Cruz, está un sitio fascinante enclavado entre
paredes verticales de grandes rocas volcánicas, en cuyo fondo aparece una agua
azulada salobre: Las Grietas.
Para llegar a Las Grietas es
necesario abordar un taxi fluvial en el muelle de Puerto Ayora, el que por
menos de un dólar por pasajero, nos lleva hacia otro muelle muy cercano (menos
de cinco minutos de distancia) donde se desembarca e inicia una caminata de
alrededor de veinte minutos hasta el destino de llegada.
Junto al muelle y a lo largo de una
cuarta parte del camino se aprecian edificaciones de hoteles y viviendas
particulares con aire europeo, que en general son propiedad de extranjeros que
se asentaron en el lugar y en algunos casos acogen a turistas.
Toda la ruta está diseñada sobre
roca volcánica, que sirve también como bordillo del camino, por lo que se hace
necesario usar calzado cerrado y con labrado para evitar lastimarse los pies.
En algunas áreas hay pequeños espacios que guardan agua de mar, ingresada durante alguna corriente alta y en cuyo alrededor creció mangle.
El recorrido y el calor agotan, sin embargo
arribar a Las Grietas vale todo el esfuerzo.
Al llegar se lo hace a la parte superior, por lo que es necesario
descender al menos unos cien metros entre gigantes rocas volcánicas. Afortunadamente existen unas escaleras de
madera adecuadas para bajar sin mayor riesgo.
Al fondo de está nos espera agua cristalina entre azulada y verdosa que
deja ver las rocas de sus costados. El
gran premio del día es nadar en estas, donde también se puede hacer algo de
buceo superficial (snorkel).
El agua es relativamente fría y permite nadar con facilidad. Al descansar sobre alguna roca y ubicarse allí sin movimiento, se puede observar a curiosos peces que se acercan a reclamar por la invasión de su espacio, pero se alejan rápidamente ante la mínima acción del intruso.
Mirar hacia arriba nos permite
reconocer las maravillas de la vida y la naturaleza dispuestas en esas dos
paredes verticales con rocas perfectamente adosadas, que solo dejan el espacio
suficiente para la entrada del sol que da vida a esa agua prácticamente
estática, pero que cambia conforme sube la marea. Sí, el paraíso existe, y este sitio es parte de
este.
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